Los cojones de Mahoma
Esta semana ha sido un tanto estrambótica con la dichosa noticia de la caricatura de Mahoma, un personaje que, según la leyenda, es el creador de los preceptos religiosos del pueblo musulmán.
Los historiadores nos cuentan que Mahoma nació en el año 571, en La Meca. Perteneciente a la tribu de los Quraish se dedicó al oficio de mercader, viajando durante toda su vida. Pegó un braguetazo con una viuda rica 20 años mayor que él, llamada Jadiya, y tuvo cuatro hijas y algunos hijos, que no llegaron a adultos. Con 40 años hizo correr en la población el rumor de que se le había aparecido el arcángel Gabriel. Describió esta visita como un mandato para memorizar y recitar los versos enviados por Dios que posteriormente fueron escritos en el Corán. El arcángel Gabriel le indicó que había sido elegido como el último de los profetas y como tal predicó la palabra de Dios sobre la base de un estricto monoteísmo, prediciendo el Día del Juicio Final.
Está reconocido por los más fieles musulmanes que Mahoma era ummi (analfabeto), lo que autentificaría más (según ellos) el libro sagrado musulmán (El Corán). Pero dicho libro se escribió a la muerte del profeta, ya que sus sucesores vieron la necesidad de plasmar sus palabras por escrito, debido a la primordial importancia de conservar el mensaje original en toda su pureza, sin el menor cambio ni de fondo ni de forma (como «La Biblia» en la Edad Media, que tampoco se cambió según los intereses eclesiásticos de la época…) Para ello emplearon materiales como las escápulas de camello, sobre las que grababan los versículos del Corán. Si tenemos en cuenta este detalle, y el hecho de que un mensaje cualquiera, transmitido de oido a oido, al llegar al tercer oyente ha cambiado casi por completo con respecto a lo que inicialmente se expuso, podemos llegar a la conclusión de que estamos utilizando una base con credibilidad para imponer lo que a nosotros nos parece, manipulando el contenido según la conveniencia.